Las infracciones de las normas antidopaje, por parte de deportistas o personal de apoyo, siempre son alarmantes y dan pie a la reflexión. Son indeterminadas las preguntas que podemos hacernos acerca de estos sucesos desde numerosos ramas de la ciencia. Y, todavía más preocupante, ¿qué ocurre cuando los causantes de estas infracciones son menores de edad?

A finales del 2015, una noticia de un ciclista de Gran Bretaña reconocía su consumo de EPO y se disculpaba en su rueda de prensa por haber engañado. Hace unos días, otro titular que no pasaba desapercibido: “15 jugadores de la selección rusa SUB18 de hockey hielo, positivo por Meldonium”.

Ante estas situaciones, ¿dónde quedaron los 3 principios de la lucha contra el dopaje?

Las Organizaciones Antidopaje, en España, la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (AEPSAD), intervienen en la lucha contra el dopaje desde cuatro ejes principales:

1. Proteger desde un sistema de protección de la salud en el deporte y la actividad deportiva.

2. Disuadir las trampas y del dopaje mediante la educación, el control de dopaje y proyectos-programas informativos y educativos que ayudan a comprender y a prevenir esta lacra social.

3. Detectar las violaciones de la política antidopaje a través de programas de control de dopaje y programas de investigación.

4. Hacer cumplir las normas antidopaje, sancionando cualquier infracción de las mismas y haciendo valer la legislación vigente.

Todas ellos con tres objetivos comunes: proteger la salud de los deportistas, velar para que exista una competición en igualdadde condiciones y mantener vivo el espíritu deportivo y los valores del deporte.

El consumo de sustancias dopantes supone un grave riesgo para la salud del deportista. Los efectos secundarios, derivados del consumo de una sustancia prohibida por un sujeto sano, pueden ser irreversibles incluso llegar a causar la muerte. Estos efectos pueden tener relevancia a corto medio y largo plazo.

Con la normativa antidopaje que determina las infracciones de dopaje, recurrir a ellas se convierte en trampa. La trampa es no cumplir con el reglamento, con la normativa y más grave aún, una falta de respeto para uno mismo, para el resto de deportistas, para el personal de apoyo y una falta de respeto hacia el propio deporte. Los deportistas que recurren al engaño, a la vía fácil convierten la competición en ficticia y destruyen en concepto de deporte.

El deporte es la herramienta más poderosa para educar, permite un desarrollo integral de la persona desde el primer contacto con la actividad deportiva. Es un fuerte transmisor de valores que sirven y servirán tanto dentro como fuera del terreno de juego y es tarea del personal de apoyo no pasarlos por alto, sino que guíen a sus deportistas para que los adquieran, los aprecien y los apliquen.

Recurrir a sustancias ilegales en el deporte es un efecto de una mente cortoplacista, de un deportista que no ve más allá y que su obsesión son los resultados inmediatos a cualquier precio, sin llegar a plantearse su situación a medio y/o largo plazo.

El verdadero rendimiento se mide por el esfuerzo, la superación intrínseca de los deportistas limpios.

SOBRE EL AUTOR

ToAKSCQd_400x400Berta Foch es psicóloga, coach del deporte y asesora de la AEPSAD.