El dopaje siempre provoca fractura entre el periodista y el deportista profesional. Hay muchos periodistas que eligieron esta actividad profesional por el hechizo de una serie de televisión de los años 80, cuando el UHF representaba una alternativa a la programación única del canal oficial (TVE). Se llamaba Lou Grant. Y reproducía el día a día de un periódico, Los Angeles Tribune, empeñado en contar a sus lectores la realidad de las cosas.
El editor que daba nombre al espacio se apoyaba en dos reporteros (Joe Rossi y Billie Newman) y un fotógrafo (“Animal”), que constituían el alma verdadera del medio de comunicación. Se regían por una máxima bastante simple, esencia de este hermoso oficio en vías de extinción: salir a la calle, ver lo que sucedía y regresar al diario a contarlo en papel impreso. Rossi no utilizaba otras herramientas que su instinto, el sentido común y una libreta. Eso y una inteligencia natural que le impulsaba a cotejar las fuentes: preguntaba en un lado y en su contrario, trataba de llegar a una conclusión apoyándose en el desarrollo de los acontecimientos. Era una ficción, pero era lo más aproximado al ideal del periodismo: ir, observar y escribir.
Estas enseñanzas vienen al pelo para navegar en el intrincado mundo de la información sobre dopaje. Un periodista solo tiene una manera de enfrentarse a estos asuntos: ser fiel a la verdad y no a la novedad. En multitud de ocasiones, se cae en la tentación de dar más relevancia a lo reciente que a lo importante.
De entre las miles de definiciones que se han buscado para descifrar lo que es esta profesión, una sobresale frente a las demás. “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”, dijo el periodista, ensayista y crítico inglés George Orwell. “En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”.
Para decir la verdad hacen falta pruebas. La evidencia de ver algo en directo, un testimonio con nombre y apellidos o la documentación oficial que pueda hacer incontestable cualquier conjetura. Todo lo demás solo sirve para las tertulias (la otra profesión que ha sustituido al periodismo), el vaporoso mundo web o las opiniones de barra de bar. Y, como siempre, la confrontación de las fuentes: la versión de uno, la versión del otro y, en la medida de lo posible, la neutralidad del periodista para plasmar lo sucedido.
Un asunto de dopaje siempre compromete la honorabilidad de alguien, pero también pone en duda la higiene del sistema. De una parte, está la ley con su presunción de inocencia universal. Pero del otro, se encuentra el fastidio del aficionado, quien en muchas ocasiones sostiene el espectáculo comprando entradas, pagando viajes o adquiriendo equipaciones del ídolo señalado por la trampa. Hay que tener muy claro que el dopaje siempre provoca una fractura entre el periodista y el protagonista. Pero sobre todo, genera disgusto o enfado en el seguidor, que se siente estafado. Con dopaje de por medio, la cosa deja de tener gracia.
Los deportistas que se dopan no son delincuentes. No han ingresado en el catálogo de los horrores sociales. Ni terroristas, ni pederastas ni asesinos… Pero sí pertenecen a la estirpe de los grandes defraudadores sociales. De la misma manera que son ensalzados hasta la cúspide y no protestan por la hipérbole de las portadas o el encumbramiento general deben asumir que un desliz o una trampa consumada durante años les conduce al pozo y al descrédito.
El periodista y el deportista no deben entenderse porque no ocupan la misma esfera. Uno informa y es casi un tipo anónimo con cierta influencia para promover opiniones. El otro mueve masas con sus hazañas como un flautista de Hamelin y se instala en un panteón de dinero, contratos y fama. Cuando llega la miseria del dopaje, no es el periodista el que hunde al ídolo. Es la avaricia, la púrpura de su majestad el euro o el fango moral en el que vivimos. Nada más.
SOBRE EL AUTOR

José Carlos Carabias es redactor del área de deportes del diario ABC. Está especializado en ciclismo, Fórmula 1 y dopaje. Ha cubierto todas las grandes vueltas ciclistas, mundiales y Juegos Olímpicos. En la actualidad, es el enviado especial de ABC a los Grandes Premios del Mundial de Fórmula 1
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