María Fuster, nadadora española y miembro del Comité de deportistas de la AMA, comparte su experiencia vivida en los encuentros mantenidos con deportistas y su entorno en los Juegos Europeos de Bakú

La experiencia vivida en Bakú, donde por momentos reviví mis años de nadadora rodeada de deportistas de todas las disciplinas fue muy enriquecedora y al mismo tiempo muy positiva por la cercanía y franqueza del equipo y de todos aquéllos a los que iba dirigida nuestra intervención.

Al margen de reuniones en las que intercambiábamos ideas y experiencias, creamos un espacio propio en pleno corazón de la villa olímpica con el verde de la Agencia Mundial Antidopaje como emblema. Con un simple juego consistente en resolver un test de 10 preguntas sobre materia antidopaje, conseguimos hacer llegar así la bandera del deporte limpio y sin trampas a quienes allí se acercaron (que no fueron pocos).

IMG_3677

Al llegar al stand ya teníamos a deportistas haciendo cola desde primera hora. Tuve la sensación de que no existía esa muralla que puede suponer para un deportista hablar de una cuestión como el dopaje, porque tanto nuestra forma de abordarlo, como el medio utilizado fueron un canal de transmisión fantástico.

Creo que para alguien que se encuentra inmerso en plena competición, esta iniciativa les sirvió de evasión y al mismo tiempo de concienciación. Tratar con alguien que ha sido deportista, como es mi caso, facilita enormemente el diálogo sincero y franco y derriba todas las reticencias que de entrada pueda llevar implícita charlar sobre dopaje.

A nivel personal me alegré de asistir y poder divulgar la filosofía de este estamento a los participantes de los primeros Juegos Europeos sintiéndome como una más y teniendo la sensación de ayudarlos.

En definitiva es el tiempo y el lugar adecuado para persistir en una labor tan gratificante como esta, y me siento muy orgullosa de formar parte de este increíble equipo.